Roberto Jardón descubre en Avilés uno de los "superviolines" de Stradivarius: era de un concertista español
El lutier avilesino presenta en la Semana Cultural del Conservatorio el análisis del instrumento que Pablo Sarasate dejó en herencia al Conservatorio de Madrid

Roberto Jardón, ayer, en la sala de conferencias de la Casa de Cultura de Avilés | MARA VILLAMUZA

La historia del "superviolín" de Pablo Sarasate tiene trescientos y pico años de longitud, por decirlo de alguna manera. Empieza en Cremona, en el norte e Italia, pasa por el París de la Belle Époque y termina en Madrid, en su Conservatorio principal. Se trata de un relato que desmenuzó con la intensidad que da la pasión el luthier avilesino –es de La Carriona– Roberto Jardón. Él y su colega, el británico George Stoppani, desarrollaron un trabajo de análisis y recogida de datos para desentrañar que, efectivamente, el segundo stradivarius que compró Sarasate en su día es un "superviolín".
Jardón presentó ayer tarde esa colección de datos en la sala de conferencias de la Casa de Cultura, dentro, precisamente, de las actividades de la Semana Cultural. La revista "The Strad" –la más importante de lutería– publicó en portada dos artículos que acompañó con un póster con todo el detalle que exige el profesional y el experto.
Así que el violín protagonista de la tarde se desarrolla a partir de una colección de talentos de primera envergadura. El primero de todos es el del constructor de instrumentos de cuerda más notable de la historia: Antonio Stradivarius (Cremona, Italia, 1644-1737). El de Pablo Sarasate (Pamplona, España, 1844-Biarritz, Francia, 1908) que fue el concertista de violín mejor pagado de Europa en los años victorianos. Y a ellos se sumaron el propio Jardón, que es uno de los mejores luthieres del país y su socio, el británico George Stoppani.
Estos dos últimos fueron los que extrajeron todos los datos posibles para determinar que sí, que el violín que compró Sarasate por 20.000 marcos –anda ahora por los 20 millones de dólares– es efectivamente, el no va más.
Jardón, sin más papel que una colección de filminas lanzadas contra la pantalla de la nueva sala de la Casa de Cultura, explicó: "El violín que Sarasate dejó al Conservatorio de Madrid tiene mala fama, pero me da la sensación que es por aquello de que todo lo nuestro es peor". Y es que esto viene a cuento porque Sarasate tenía dos violines que diseñó Stradivarius en propiedad. Uno lo dejó al Conservatorio de Madrid y el otro, al de París. "Siempre tocaba con el de París, de ahí que los franceses empezaran a decir que este, el de Madrid, era el peor", añadió Jardón. "Y nada más lejos. Podemos decir, sin lugar a dudas, que este es mejor. Stradivarius lo construyó en el mejor momento de su carrera. Lo adquirió el mejor violinista de Europa. ¿Qué sentido hubiera tenido que Sarasate se hubiera comprado el malo? Se lo vendió Charles Gand, de Gand & Bernardel, porque decía que sólo se iba a vender a Sarasate. Lo hizo con el precio ajustado, pero al día siguiente, se arrepintió y le ofreció 5.000 marcos más", destacó el conferenciante.
¿Y por qué era bueno? Entre las cosas que Jardón destacó estuvo el hecho de que "el rendimiento acústico del instrumento es exitosísimo". Y destacó la circunstancia de que la caja del violín pesa 450 gramos. "Lo suficiente para que se pueda escuchar en una iglesia del Barroco o en un auditorio de 2.000 butacas como cualquiera de los que hay ahora en una gran ciudad", apuntó. "Y son exitosísimos porque aprovecha la energía vibratoria como nada". Y aquí puso un ejemplo de lo contrario: una guitarra eléctrica. "Sin amplificación, apenas suenan".
Jardón explicó que el magisterio de Stradivarius está en que "ya no se puede superar, es decir: no se pueden hacer mejor". "La innovación está clausurada". Y explicó también que "analizando todos los datos que hemos extraído de los trabajos podríamos hacer una copia, pero nunca sería igual". Y las razones son enormes: la madera ("aunque sea de la misma partida, nunca es la mísma"), el barniz, el uso que se ha dado. "Su modo de envejecimiento: hoy, por ejemplo, ya no hay el hollín que salía de quemar velas que servían para iluminar las casas...".
Jardón recordó que la Casa Real llegó a tener 23 instrumentos diseñados por Stradivarius. "Luego estaban estos dos de Sarasate. Pidió que se guardaran en una vitrina con el fin de que, si un día desaparecieran todos los que construyó el luthier der Cremona, el suyo pudiera servir de modelo. No está mal guardar un instrumento como esto: no tocarlo".
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