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DANA

Javier, el extremeño que saca 1,5 millones de litros de lodo cada día en Valencia: "He llegado a un punto que no quiero saber más"

El empresario trasladó su maquinaria por su cuenta; ahora lo subvenciona una empresa de su tierra. En una semana, ha limpiado tres kilómetros de alcantarillas. De noche, presta su maquinaria a la UME para que sigan limpiando

Javier Pargaña (segundo por la dcha.), desatascando una alcantarilla en Alfafar.
Javier Pargaña (segundo por la dcha.), desatascando una alcantarilla en Alfafar.
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El hombre que viste un traje de agua verde oscuro y que tira con fuerza de los tubos metidos en una de las alcantarillas de la Plaza Poeta Miguel Hernández de Alfafar es probablemente el mayor succionador del fango que ha dejado la DANA en Valencia. «Este hombre por lo visto está arreglando mucho. Se vino por su cuenta y ahora lo está subvencionando una empresa de su tierra, con alojamiento y todo», dice un policía local de Fuenlabrada (Madrid), que ha sido desplazado a la zona y que supervisa la maniobra de desatasco. «El problema es que la Administración no tiene esta maquinaria, sólo particulares, sólo ellos pueden sacar todo este barro», añade el agente.

El hombre en cuestión se llama Javier Pargaña, tiene 45 años, es dueño de la empresa de desatascos, vaciado de fosas sépticas y limpiezas industriales Ambiental Pargaña y calcula que los ocho vehículos que ha desplazado a Valencia están succionando unos 1,5 millones de litros de lodo al día. No se conoce otra empresa que aporte más maquinaria especializada a la tragedia, entre ella el vehículo de máxima presión que tiene detrás, el único con tanta potencia -1.500 bar- en toda Extremadura, desde donde se ha desplazado.

Una vecina de Benetússer, tratando de recuperar algún objeto personal de su coche.
Una vecina de Benetússer, tratando de recuperar algún objeto personal de su coche.

«Hemos vaciado garajes de particulares, párkings para que los bomberos pudieran sacar los coches y hemos limpiado unos tres kilómetros de alcantarillas», contaba la noche anterior a que lo viéramos en acción, en el hotel de Valencia capital donde se aloja.

Los primeros días tras la DANA, Javier Pargaña, originario de Don Benito (Badajoz), contemplaba con impotencia las imágenes que le llegaban de las localidades valencianas completamente empantanadas. Hasta que uno de sus empleados, Guillermo, que tiene familia y una prima concejala en Alfafar, acudió a él para pedirle un favor.

-¿Me puedes dejar un furgón de la empresa para que ir a ver a mi familia y ayudarles a sacar cosas?

-El tiempo que haga falta.

Al poco se puso en contacto con él otra amiga de Catarroja, una de las localidades más afectadas, quien hurgó aún más en su desazón. Le contaba que estaban viviendo un auténtico drama, algo dantesco, que necesitaban ayuda. «Si quieres camiones, lo que sea, dime», le ofreció Javier.

Seguía el empresario inquieto, viendo el desastre en televisión, enviándose mensajes con su amiga de Catarroja, volviendo al televisor... «Guille, ¿quieres que nos vayamos a ayudar?», acabó diciéndole al empleado que se preparaba para viajar a Valencia. A la expedición se sumó un tío de Guillermo y otros cinco trabajadores levantaron también la mano. Querían ir como voluntarios.

Contactó entonces por Facebook con un grupo de extremeños que tenían la misma intención y que se preparaban para emprender la marcha. La mayoría agricultores, a los que vemos tomando algo, tras 12 horas de trabajo, en la cafetería atestada del hotel en el que charlamos.

Le hubiera gustado a Javier salir de inmediato, pero el convoy extremeño no arrancó hasta el martes 5 de noviembre, una semana después de la riada. «Me comía las uñas esperando», dice. Finalmente, partieron 21 trailers llenos de maquinaria -muchos tractores con palas- y unas 30 personas. Tardaron ocho horas en cruzar la Península de Oeste a Este, unos 600 kilómetros.

Al llegar, le dieron como lugar de destino Alfafar y lo pusieron a las órdenes del teniente coronel del Ejército García del Castillo. Ahora depende de las instrucciones de la capitana Reyes, que dirige las operaciones en Paiporta. Las dos últimas noches, mientras Pargaña y los suyos descansaban, alguna de las máquinas de aspiración, las más sencillas, han seguido en marcha. La UME les preguntó si podían enseñarles a manejarlas para continuar ellos achicando de madrugada, y así lo han hecho.

El empresario extremeño tenía pensado prestar su ayuda a fondo perdido pero nada más llegar a la zona apareció una benefactora, Industrias Químicas de Badajoz (Inquiba), empresa que fabrica diferentes productos de limpieza de ropa y cuidado personal para Mercadona. «Desde su dirección querían colaborar con la recuperación de las zonas afectadas, pero su idea era hacerlo directamente y no sabían cómo, hasta que se enteraron de que estábamos allí», cuenta.

La empresa le solicitó a Pargaña un presupuesto de lo que costaría su labor en Valencia durante un mes completo y él se lo envió. «Adelante», respondió Inquiba. «Nos lo paga todo, el trabajo que estamos realizando, los empleados, la comida... todo», cuenta Javier, quien asegura haber visto destrozos que nunca hubiera podido imaginar que el agua fuera capaz de hacer.

El estado en el que encontró el colegio público Orba de Alfafar, por ejemplo, que está muy cerca de donde él aspira el barro. El torrente rompió el muro exterior, las vallas y las paredes del centro hasta lograr meter 15 vehículos en las clases. «Y he visto una calle donde el agua ha entrado por la puerta, ha roto el tabique de una vivienda y el de la siguiente y el de la siguiente... Así hasta ocho o nueve casas. Te asomabas y veías al último vecino. Espectacular».

Ha ayudado también a rescatar un cadáver, probablemente lo más duro. «Un hombre al que vieron subido a un coche. El agua lo tiró y cayó al hueco del encofrado de una obra. Los vecinos sabían que estaba allí, pero no se le podía sacar porque no había máquinas con capacidad para aspirar a 10 metros de profundidad».

Le han impactado los destrozos materiales, pero aún más las historias personales. «No había día que no viniera alguien: 'Aquí murió mi vecina; aquí vi ahogarse a un hombre'. Ha llegado un punto que no quiero hablar con nadie, no quiero saber más», dice. Le han contado otras cosas que pasaron en la DANA aún más crudas, tanto que prefiere que no las reproduzcamos. «Cuando acabe esto, vas a necesitar ayuda psicológica», le ha dicho una de las personas responsables de la empresa benefactora.

En la zona, calcula, hay trabajo para «meses y meses», sobre todo en las alcantarillas, que no sólo están llenas de barro, sino también de escombros. Él estará mínimo un mes. «Si hace falta más, a lo mejor nos lo financian. Y si no, estaremos igual».